Guillermo Arriaga, el escritor que acecha a la distancia

El escritor y guionista mexicano, que saltara a la fama con Amores perros, es otro de los autores invitados a la Capital del Libro. Salvar el fuego es la más reciente novela de este cazador de historias

 

Por Ángel Melgoza / Foto de Javier Narváez

 

El revuelo no se hizo esperar después de que en diciembre pasado el periódico El País decidió titular su entrevista a Guillermo Arriaga con la cita: “González Iñárritu me robó mi mundo. No nos hablamos ni nos reconciliaremos”. Refiriéndose por supuesto a la relación entre el escritor y el director de cine, quienes fueron amigos y colaboradores. Un par de días después de publicada, Guillermo comentó en su cuenta de twitter que su comentario fue “desafortunado”, “hecho a la ligera y en son de broma”, y agregó que considera al cineasta un “talento extraordinario” y que sus diferencias “no deben empañar el trabajo que hicimos juntos.”

La anécdota retrata una característica de la personalidad de Guillermo: un hombre de impulsos francos, un cazador, un ‘salvaje’ de las letras que ha escrito cuentos, novelas, guiones, y que ha incursionado en la producción y dirección cinematográfica. Recientemente galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2020 por su libro Salvar el fuego, Guillermo dice estar satisfecho con el reconocimiento a su trabajo y no sentir envidias: “en Salvar el fuego arriesgué mucho. Es muy compleja y muy arriesgada, al grado que pudo haber sido un fracaso total.” Se refiere a la característica polifónica de la novela, que está contada en primera, segunda, tercera y cuarta persona: “encontrarle una voz particular a un personaje y crearle un mundo es muy complejo; entonces imagina para cuatro distintos. Las cuatro voces hablan en tiempos desfasados y todos esos tiempos tienen que terminar conjugados en una vertiente final”, menciona en una entrevista con Salvador Cisneros. 

Nacido en 1958 en la Ciudad de México, el escritor se describe a sí mismo como un abstemio —”no fumo, ni bebo”— que detesta a quienes suelen decir ‘desconfío de los que no beben alcohol’, así como de la gente pusilánime: “admiro a los intensos, a los que van con todo, a los que no se detienen: a los hombres y mujeres que dejan pedazos de piel por donde caminan” escribe en su ficha de autor. 

“el talento está sobre valorado, no así el empuje, la garra”

 

Es su propia condición de cazador, de hombre tenaz, la que se puede ver reflejada en sus trabajos, especialmente en sus largas novelas y en los guiones vueltos obras maestras del cine mexicano (Amores perros, 21 Gramos, Babel), una exploración de complejidad, una multiplicidad de voces, problemáticas sociales, y contraposiciones de puntos de vista sobre las mismas. Y aunque sabe que la condición de cazador, sin la cual “no podría escribir ni una sola palabra”, está mal vista hoy en día, dice que hacerlo con arco y flecha como él, “es casi no cazar, y a mí me permite observar la naturaleza y entender al ser humano”.

 

Ahí reside gran parte del misterio y de la admiración que generan escritores, o creadores, provocadores como Guillermo, quienes retratan las realidades desde diferentes visiones que han generado a partir de la contemplación, y de la acción. 

 

El autor imparte talleres narrativos, de guion, regala entrevistas, hace enlaces en vivo en redes sociales, es un personaje público; y al mismo tiempo, por el reflector que le ha traído su éxito, es una persona cuyas actividades privadas suelen ser materia de polémica y murmuraciones. Sin embargo, su postura sobre dicho éxito y el trabajo para alcanzarlo, es clara. En entrevista con Alejandro Navarrete dijo que “el talento está sobrevalorado [y] lo que no está suficientemente valorado es el empuje, el drive… el ‘yo voy para allá y voy con todo’, la garra, pues”. Pero una cosa es tener la capacidad de escribir, y otra, muy diferente, es hacerlo de una forma magistral. Guillermo ha repetido que lo peor que le puede pasar a alguien es creer que es talentoso, y otra gran falacia, es esa de que en México abunda el talento y que faltan oportunidades porque “cuando piensas eso no trabajas […] El talento no abunda en ningún lugar del mundo.”

 

Casi lo podemos ver, agazapado, atento, despierto, cuidando cada respiro, observando cada detalle, ¿es Guillermo escondido en el rincón de un páramo? ¿Es Guillermo de cacería? ¿Es Guillermo con un pedazo de papel y un lápiz? ¿Es Guillermo sobre el teclado de su computadora? Es Guillermo, el adicto a la escritura, el promotor de la misma, ya sea como una forma de terapia o una búsqueda personal, pero siempre como un proceso personal: “cuando entras a escribir, entras con un estilo, que no es más que el reflejo de tu personalidad. El estilo es una posición frente al mundo, es una construcción que parte desde la selección de las palabras. No lo hago de manera consciente, pero mi objetivo siempre es emocionar, me queda muy claro que mi estilo es el de ser directo. Para mí escribir es una manera de organizarme, es una manera de organizar mis sentimientos” le dijo a Martín Bustamante. 

 

El momento ideal que vive Arriaga podría provocar un estado de comodidad para cualquier otro, habiendo sido reconocido con el Premio Alfaguara —que viene acompañado de 175 mil dólares—, y cuyo jurado, encabezado por el escritor mexicano Juan Villoro, describió su novela como “polifónica que narra con intensidad y excepcional dinamismo una historia de violencia en el México contemporáneo, donde el amor y la redención aún son posibles”; mas no para un cazador, no para un luchador, no para un hombre cuyo único vicio es la escritura y quien pone su vida detrás de cada palabra, para él, el momento exige continuar: “ahora yo creo que regresaré a dirigir algún largometraje y seguiré en la novela” le dijo hace un año al periodista Julio Astillero. 

 

Tanto para su trabajo narrativo como cinematográfico, Arriaga confía, o mejor dicho, cree fielmente, que es el desarrollo del contenido interior, el cultivo de la experiencia y la reflexión estética, más que la técnica, lo que llevará al contador de historias a una consecuencia ética.  

 

En su anterior novela, El Salvaje, una obra de corte vivencial donde retoma historias, personajes, y reflexiones de su vida, Arriaga se reconoce como un chavo de barrio que creció en Iztapalapa, una de las zonas más bravas de la capital mexicana. No obstante lo hizo en el contexto de la Unidad Modelo, un proyecto desarrollado por el arquitecto y urbanista Mario Pani quien buscó reproducir un pequeño poblado: con espacios comerciales (carnicería, verdulería), sociales (casa habitación, iglesia, escuela) y deportivos (canchas) cuyos primeros pobladores fueron profesores normalistas y periodistas, lo que le dio un carácter cultural muy especial del que vendría a abrevar Guillermo. Y lo haría no solo en esa obra, sino que casi todo su trabajo se ve permeado por esa vida de barrio; su primer libro, de cuentos, que escribió entre sus 23 y 28 años, Retorno 201, lleva el nombre de la calle en la que creció; la historia de Amores Perros es un dibujo del mismo contexto con personajes sacados de ahí. 

 

Por eso su recomendación a quienes escriben, a quienes aspiran a construir una carrera en el oficio, es que narren a partir de sus experiencias más allá si ellos las consideran impactantes o aburridas: “uno de los más grandes maestros, uno de los genios más bestiales de la literatura es Borges, y no tuvo ninguna experiencia de vida. Todos sus libros vienen de la biblioteca […] Jane Austen, ¿de qué hablaba? De lo aburrida que era su vida. ¿De qué habla Sofía Coppola? De lo aburrida que ha sido su vida. A veces tu experiencia puede ser que te la pasas tragando papitas y Coca Cola ante una pantalla y de eso es de lo que vas a hacer una obra maestra” dijo para el sitio de noticias del Tec de Monterrey. 

 

Ciertamente pocos podrían considerar aburrida una infancia de barrio, de búsquedas, de líos y riñas como fue la de Arriaga, quien a pesar de haber sido peleonero, entrón, a quien le gustaba meterse en problemas, y que desde entonces fue forjando su carácter de hombre bronco, rural, reconoce haberse transformado en alguien completamente pacífico, sin una pelea en los últimos 20 años: “a mí no me gusta ser como dicen un hombre de una sola pieza, me gusta ser un hombre de muchas piezas, de muchos ámbitos.”

 

Si bien su obra se ha visto inundada de su experiencia, de sus recuerdos, de su vida, también la ficción, sus personajes, su escritura, pasan a formar parte de su vida, como afirma en una charla con la Revista de la UNAM: “como autor uno vive lo que están viviendo los personajes. Conscientemente lo que busco es contar la historia, probablemente termino al haber encontrado algo que no puedo explicar.” Porque Guillermo, el hombre franco, sincero, llano, escribe de la misma manera, y quiere contar sin ambages, explicar de forma clara. 

 

Habiendo aprendido primero a contar historias de forma oral, narrando a través de acciones, explicando el mundo a través de relatos, el estilo de Arriaga surgió de ahí, de la práctica y de la repetición, de alcanzar ese carácter personal: “no quiero que mi estilo literario se haga bolas, quiero que no se detenga, que sea como un rayo. Yo siempre intento sacar lo que tengo por dentro y que salga como tenga que salir, sin tener que ponerle flores.” 

 

A su escritura se le puede aplicar la misma descripción que él utiliza sobre la flama de un fósforo en Salvar el fuego, ya que leer su trabajo “dura solo unos segundos, pero es capaz de incendiar un bosque”. ⚫

 

 

 

 

Salvar el fuego (2021), Guillermo Arriaga. Editorial Alfaguara, México. 

1 Comment

  • Jose González G.

    Es inspiradora la trayectoria de Guillermo nos enseña como hay que buscar las tesoros literarios en el entorno en el que uno ha vivido.

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