

José Eugenio Sánchez y su órgano melódico
La poesía de este regiomontano tapatío, que aspira a convertirse en payaso marginal, se caracteriza por un ácido humor que ha sabido llevar arriba del escenario
Por Ángel Melgoza / Fotos de R. Cortés
Pasan las risotadas de un carro antiguo
un tipo tembloroso te ofrece lo que quieras
las prostitutas en abrigo se cubren el viento entre ellas
unos uniformados salen de un bar completamente ebrios
un vagabundo extiende la mano
al final de la calle se enciende la torreta
de una patrulla de policía que despacito vira hacia la derecha
una pareja sale del teatro
dos negros conversan
y en el aparador de enfrente
cuelgan silenciosas
un par de medias de seda
que parecen ser más imprescindibles que nosotros
Es una escena más de una capital mundial, retratada por un poeta más del país vecino. ¿Quién escribe sobre Nueva York? ¿Quién recuerda a Joseph Brodsky? ¿Quién reúne a la ciudad y al poeta en un poema de un autor cuyo país se cae a pedazos? Es el poeta José Eugenio Sánchez, nacido en Guadalajara, Jalisco, y trasplantado en Monterrey, Nuevo León, cuyo poema titulado “de pronto new york se quedó sin joseph brodsky” —incluido en la tercera sección (Cortometrajes) de su libro Physical Graffiti de 1998— abre este texto.
Pero una cosa es leer el trabajo de José Eugenio y otra, muy distinta, escucharlo.


Vemos a Sánchez en un set de televisión. Viste una playera de manga corta y cuello u-ve anaranjada. Usa un sombrero de paja con toquilla. El pelo largo, lacio, cae sobre sus hombros. Su imagen contrasta con la de la mujer que conduce la entrevista, quien usa ropa formal, maquillaje y un tono serio para describir a su invitado y su trabajo; pero pocas cosas pueden ser serias con los personajes irreverentes. La mujer le pregunta en qué se inspiró para escribir su libro Jack Boner and the rebellion.
“Me inspiré en la juventud que pretende ser libre y buscar un mejor lugar dónde vivir, mi literatura, como dijiste, no es tan difícil de encasillar, es una literatura para gente inteligente, caliente, divertida, sexy, que tiene un cuerpazo, que tiene siempre ideas espectaculares y brillantes y quiere estar en un mundo totalmente feliz”.
Ese es José Eugenio Sánchez, el rebelde de la poesía, o del acordeón, según venga a cuento. Nacido en 1965, no recuerda con exactitud el momento o lugar por el que empezó a escribir, pero deja algunas pistas.
Ha dicho que cuando era chico les decía a algunos que quería ser escritor y a otros que quería ser arquitecto, ingeniero, futbolista o piloto, inteligentemente, supongo, de manera que lo dejaran en paz.
“Lo primero que escribí pudieron haber sido unas canciones para una banda que ensayó mucho y nunca tocó o un diario donde relaté cosas que nunca hice en lugares donde nunca estuve”, le dijo en entrevista a Augusto Rodríguez para la revista Letralia.
Me cuesta trabajo pensar en un joven contestatario, desobediente, de los años ochenta, que se puso a escribir poesía, pero el autor dice que escribir poesía era lo más aproximado a hacer música. Me cuenta una anécdota de compañeros de primaria, amigos de la infancia y adolescencia con quienes dibujó, jugó, y hasta compuso canciones, uno se volvió compositor, otro galerista y uno más es productor (quien recientemente ganó un premio Grammy).
“Y quien sabe por qué di con esa gente, pero con todos ellos di desde que era niño. Yo creo que tiene que ver por la influencia de la música en mi casa, me aproximé muy joven a autores como Jim Morrison o Bob Dylan, que escriben cosas muy buenas, antes de leer nada de ellos, yo ya sabía que eran bien chingones para escribir”.
Habiéndose mudado con una parte de su familia a la ciudad norteña de Monterrey, Sánchez se decidió por estudiar Ingeniería en administración de sistemas, pero faltando una semanas para terminar la carrera sus ganas por escribir libros de matemáticas se convirtieron simplemente en ganas por escribir, y abandonó aquellos estudios. Eran finales de los años ochenta y su escritura circulaba entre sus amigos; ellos fueron quienes le sugirieron publicar su trabajo y motivaron a participar en el concurso de poesía de la Fundación Loewe que promovía la revista Vuelta que dirigía Octavio Paz.


“A mí se me hacía muy interesante que Octavio Paz o Gonzalo Rojas o Luis Antonio de Villena o Jaime Siles, que eran parte del jurado, me leyeran, porque sabía que iban a rechazar mi trabajo porque mi actitud es un poco contestataria, rebelde, irreverente, muy distante de lo que ellos hacen […] lo que pasó fue completamente lo contrario”, cuenta José Eugenio en una entrevista para el Instituto Cervantes.
En 1997 Sánchez fue galardonado con el X Premio Internacional de Poesía de la Fundación Loewe a la creación joven. Algunos años antes, en 1991, obtuvo el premio de Poesía Joven de Monterrey.
Para entonces José Eugenio o Chepe, como le dicen sus amigos, no podía seguir por ahí diciendo que no se dedicaba a nada, o que era un símbolo sexual, o un prototipo para un nuevo ser humano del siglo XXI —como solía hacer hasta antes de ganar aquellos premios—, sino que ahora tenía que reconocerse cada vez más como poeta.
El premio de la Fundación Loewe lo reconfortó porque pudo comprobar que su trabajo era valioso. Antes de recibirlo Chepe cuenta que estaba siendo invisibilizado porque el tipo de poesía que estaba haciendo no se publicaba en esos momentos en ningún espacio en México. Tras recibir el premio se decidió a dedicarse a la escritura y se impuso el compromiso de explorar el terreno lingüístico al que ya había comenzado a aproximarse.
De acuerdo con Sánchez esa falta de reconocimiento se daba porque la poesía escrita en español generalmente era muy solemne, y le gustaba denigrar cualquier intento de hilaridad, juego o diversión. Lo que él hacía “eran pseudopoemas, divertimentos, mamadillas, pero no alta poesía. Había o hay un temor terrible a la inteligencia y el humor, porque tener sentido del humor es de gente inteligente”.
La poesía de Sánchez explora con humor e inteligencia. En su caso vida y obra se han visto fuertemente marcados por el lugar que eligió para vivir: la frontera. Suele decir que en Monterrey se hablan tres idiomas: español, inglés y spanglish, lo que ha dado lugar al fenómeno poético Under-clown, que él mismo acuñó, lidera y probablemente conforma. Sobre esta clasificación, que vendría a ser algo así como un payaso marginal según su propia definición, Sánchez cuenta entre carcajadas que adoptar esa etiqueta para describirse sería algo demasiado halagador.
“No creo merecer tantos elogios, pero sí me gustaría aproximarse a eso. Te voy a decir por qué está complejo, el humor no es un asunto sencillo, las personas ordinarias generalmente están muy alejadas del humor. Así que ya ser como un payaso es un nivel elevado de actividad […] además todos estamos involucrados en las redes sociales, queramos o no, tenemos enfermedades creadas por las redes sociales y hay gente que anuncia su salida de ellas exponiendo sus motivos, ¡como si a alguien le importara!, pero vivimos en torno a eso y las redes sociales nos mantienen en una vulnerabilidad y deterioro que se nos hace adictivo. Así que llamarse marginal en estos momentos da mucha risa también porque todos estamos bien expuestos”.
El mismo Chepe ha dicho que él también ve a la poesía como un medio de entretenimiento, ya que un tipo de lector es el que acude a la literatura como a recitales poéticos.
“Ahí me convierto en una especie de actor, malo, porque tengo la intención de no darle mucha seriedad a las cosas, porque me interesa que sea divertido, con humor, irreverente, lúdico, trágico, sensible”, dice en la entrevista para el Instituto Cervantes.
Imaginar a Chepe como un poeta insurrecto de pelo largo y sombrero es parcialmente correcto pero reduccionista, pues desde hace años ha trascendido los límites de la poesía escrita para internarse en los terrenos del video, la danza, la música y el performance.
En 1999 escribió y codirigió el cortometraje Cool y ha sido director de los espectáculos “multi-indisciplinarios” El asalto a las putas (2000), Aquí el sol es algo serio (2002), y Freedom fries (2004).
Sánchez describe a la poesía como un objeto peligroso “porque es un artículo que tienes que crear. Puedes ser testigo de cualquier acontecimiento poético como el arcoíris o la lluvia, pero tú tienes que interpretarlo, es un evento que aunque suceda para muchos, acontece para pocos, por eso es el asunto del poema. Yo podría imaginarlo como una cápsula, que tiene muchas sustancias con distintos efectos, porque el lugar común de la poesía es que se puede declarar el amor, pero también se puede declarar la guerra”.
— qué quieres que te regale para tu cumple
— un terminator
— qué es eso y dónde lo compro
— por internet
314 dólares y a los días llegó a su casa
emocionada sacó de la envoltura
un escalofriante artefacto plástico caliente tembloroso color piel
con aditamentos para penetrar vagina y ano al mismo tiempo
de tres velocidades y baterías ultra contaminantes
Con alcohol, sin alcohol, con drogas, sin drogas, con café, sin café, de día o de noche, pero siempre, o casi siempre, con música, con rock. Así dice escribir José Eugenio Sánchez. Y así seguramente escribió el anterior fragmento del poema pumpkin & honey bunny de su libro La felicidad es una pistola caliente (Almadía, 2004).
Un elemento central en su obra es el sexo y el porno y las drogas y el fútbol y el periodismo y la música y la publicidad… y otra vez el sexo, porque dice que en él “cualquiera podemos hacernos estrellas. Por eso es importante recurrir a él, y ahora como un tema literario te acerca al amor, al humor, a la política […] Yo siempre me he preguntado, ¿y a los cuántos palos uno ya empieza a pensar en el color de las cortinas?”
Puedes acercarte a su poesía, leerla, o pedirle mejor que lo haga él: porque cuando Chepe interpreta sus textos lo hace con distintos tonos de voz, ritmos, pausas, gestos y posturas que le dan un sentido caricaturesco, quijotesco si se quiere, pero apegado a una cultura pop y marginal. También en su performance musical Un país cayendo a pedazos, que hace junto al baterista y compositor Enrique Camacho, donde musicalizan sus poemas o poemizan la música.
“Hemos elegido la poesía y el rock porque es como contestatario, rebelde, impactante, puedes chocar, puedes generar nuevos públicos. Esa una de las cosas que me preocupa a mí como autor, que se conozca el trabajo de la poesía y de las palabras más allá de los libros”, le dijo en entrevista a Mariana H.
Ya sea en un pedazo de papel, en un blog de poesía, en el sitio personal de un antropólogo visual obsesionado con el sexo, en un canal periférico de poesía performativa en YouTube, o en cualquier rincón de la web profunda, los textos, versos, palabras, rolas y demás provocaciones de José Eugenio Sánchez están ahí, esperando el menor descuido. Y si te resbalas con alguna de ellas, relájate. No te tomes tan en serio. También para eso sirve la poesía.
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