Los burros de Macondo viajan a Comala

Dos periodistas importan un modelo de bibliotecas ecológicas y muy particulares

Por Ángel Melgoza / Fotos: Fundación Biblioburros y R. Cortés

 

Son periodistas, y si pudieran ser otra cosa, tal vez serían escritores. Escritores periodistas. O periodistas escritores, pero siempre periodistas. Caminan por los pasillos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como mormones, en pareja. Se trata de Alberto Osorio y Mae López Aranda. 

 

Los encuentro sentados en un stand. No es que trabajen aquí, sino que vinieron por un libro de otro de sus colegas, Felipe Cobián Rosales, un periodista histórico de Jalisco que acaba de reunir en el volumen Que conste: entrevistas en dos siglos (Alfabética, 2022) precisamente eso, entrevistas memorables que ha realizado a lo largo de su carrera.

 

Alberto y Felipe fueron compañeros en la revista Proceso Jalisco, y fue precisamente a raíz de un trabajo publicado en esa revista que Alberto perdió su empleo, allá por 2014. “No me despido, me despiden” dijo el miércoles 10 de septiembre de aquel año en el programa que desde ese día dejó de ser suyo en MVS Radio. Lo habían despedido por la presión política que ejerció el gobierno del ahora fallecido ex-gobernador, Aristóteles Sandoval. 

 

Todo esto viene a cuento sólo porque aquel reportaje de Alberto Osorio se trató del destape de un cuarto de guerra (entiéndase grupillo de personajes que arman la estrategia política y de comunicación de otro personajillo-pillo) que a grandes rasgos el PRI había montado para desprestigiar a sus opositores. 

 

En fin, que desde entonces se le quedó el nombre ‘Cuarto de Guerra’ en el tintero al periodista, y que en la pasada FIL presentó el primer número de su revista del mismo nombre, que hasta el momento es digital y que recoge la experiencia del pasado VI Coloquio Internacional de Periodistas y Escritores. Eso, del coloquio, y de las acciones que derivaron de él, platiqué con Alberto y Mae.

¿Alguien puede pensar en cómo podemos fomentar la lectura en pueblos remotos, y al mismo tiempo, conservar un animal en peligro de extinción? Bueno pues en Colombia tuvieron una maravillosa idea que ahora los participantes del Coloquio han decidido importar. Para esto hay que decir que este Coloquio se viene realizando de forma anual en San Gabriel, al sur de Jalisco. 

Quienes aman los libros, a sus autores, y las historias de vida de estos (es decir, sinceramente, pocos), saben que el pueblo de San Gabriel es reconocido como cuna de la región Rulfiana. Aunque se peleen el lugar de nacimiento de Juan Rulfo, quien muy probablemente vino al mundo en la hacienda que poseía su familia en Apulco —que ahora es (muy rulfianamiente) casa de los monjes adoradores perpetuos del santísimo sacramento—, toda la región tiene esa narrativa rulfiana, “en la calle, en el edificio de la catedral, en la forma como habla la gente,” se percibe Rulfo, dice Alberto Osorio. 

 

Bueno, pues este Coloquio ha decidido hermanarse con otra región de Latinoamérica donde otro multipremiado, afamado y muy amado escritor vino a inspirarse para crear una ficción tan potente que constantemente moldea a la realidad. Sí, hablamos de Gabriel García Márquez. Y desde hace algunos años se dio ‘un hermanamiento’ entre la región del Sur de Jalisco, en México, y la región de Aracataca, en Colombia. 

 

Por ello una de las iniciativas que se derivó del pasado Coloquio es la del certamen de cuento “Déjame que te cuente” donde se invitó a jóvenes del Sur de Jalisco a enviar sus trabajos. La convocatoria estuvo abierta hasta el final de enero, y los ganadores no solo tendrán un reconocimiento, sino también un viaje todo pagado a Aracataca, Colombia. 

 

Ya empieza a sonar bien la cosa, ¿verdad? El próximo Coloquio Internacional de Escritores y Periodistas se llevará a cabo en mayo de este año, y tú también estás invitado. Invitada. 

 

¡Y casi me olvidaba!, en Colombia echaron a andar una red de biblio-burros para llegar a los pueblos más remotos de la sierra, ahí donde las carreteras son apenas caminos temporales, y la luz eléctrica un invento maravilloso que aparece un par de horas al día. De los demás servicios mejor ni hablamos, pero eso sí, gracias a los burros que cargan libros, una buena lectura no hará falta.

 

En Jalisco la red comenzará con cuatro o cinco burritos (si usted quiere donar uno, no dude en ponerse en contacto con el Coloquio o la red) y serán libros infantiles y juveniles principalmente los que sean transportados por la Sierra de Manantlán. Algunos de estos libros vendrán de Colombia, pues desde allá también se está apoyando el inicio de esta nueva red.  

 

Y mientras otros han creado refugios o santuarios para el burro (como Burrolandia en Otumba, Estado de México), en Jalisco se busca conjugar el gusto por la lectura con el acceso a la red, no de internet, sino de biblioburros: “recurrir a la vieja tecnología” dice Osorio. 

 

Tal como lo hacen los monjes Adoradores Perpetuos, que convirtieron la hacienda de la familia Vizcaíno (de la madre de Juan Rulfo) en un monasterio, y que después de los tiempos difíciles de la pandemia recurrieron a la cocina: hacen y venden deliciosas pizzas y galletas. Ya les decía yo, muy rulfiano todo. ⚫

 

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