Memorario: la Guadalajara de Juan José Arreola
A partir de este repaso por los días y las noches del escritor zapotlense en la capital de Jalisco, te ofrecemos una guía puntual para caminar la ciudad en clave arreoleana
Por Angel Melgoza
“He pensado de nuevo mucho en eso que es la memoria y creo que quizás el título de esta autobiografía debería ser memorario, que iría muy bien con Confabulario y Bestiario”
JUAN JOSÉ ARREOLA
Memoria y olvido. Vida de Juan José Arreola (1920-1947), Fernando del Paso, 1994
Hubo un día en que la vida de Arreola cambió para siempre.
Regresaba de un viaje a Ciudad de México donde había paseado a sus primos y amigos; les mostró algunos de sus lugares favoritos, pero una inquietud muy grande lo habitaba, un desasosiego. Volvía a la capital del país y estaba tentado en buscar a Cora, su primer amor.
Fue el sábado 15 de febrero de 1941 cuando Juan José sufrió una congestión alimenticia producto de una infección intestinal que derivó en una crisis nerviosa complicada por el mal de amores. Estaba en Morelia, donde habían parado a dormir en su camino de regreso, y Arreola pensó en suicidarse:
“esa noche me convertí en el enfermo que soy”. (1)
Nacido entre pollos, puercos, chivos, guajolotes, vacas, burros y caballos el 21 de septiembre de 1918 en Zapotlán El Grande (a veces llamada Ciudad Guzmán, en Jalisco), Juan José Arreola Zúñiga fue el cuarto en una familia de catorce hijos.
A corta edad entró a la escuela que dirigían unas “cultas y sensibles monjas francesas, que admitían en su mayor parte a niñas”(2), pero que hacían excepciones especiales. Ahí Juan José compartió mesabanco con el reconocido académico José Luis Martínez, pero más bien pronto se acabó aquella aventura pues, en 1926, con el comienzo de la Guerra Cristera y la entrada en vigor de la Ley Calles, las escuelas religiosas cerraron y Arreola que era “sobrino de señores curas y de monjas escondidas, no debía ingresar a las aulas oficiales so pena de herejía”. (3)
Entonces su padre resolvió que debía trabajar. Entre una cosa y otra Juan José alcanzó a estudiar en el recién instalado Colegio Renacimiento que dirigían los maestros normalistas don Gabino y don José Ernesto Aceves, padre e hijo.
Arreola le ha rendido homenaje público a Aceves, pues éste le enseñó “que había poetas en el mundo, además de comerciantes, pequeños industriales y agricultores”.
Gracias a su maestro y a su enorme curiosidad, a la edad de doce años Juan José había leído a autores como Charles Baudelaire, Walt Whitman, Giovanni Papini y Marcel Schwob. Trabajó como aprendiz en el taller del maestro encuadernador don José María Silva, y en la imprenta del señor Chepo Gutiérrez.
La necesidad económica hizo que en 1934, a sus dieciséis años, Juan José partiera por primera ocasión de Zapotlán para instalarse en la capital del estado.
Tres textos y un vestuario (1934 a 1936)
El autor llegó a la ciudad bajo la tutela de su primo Enrique Arreola, quien fue como un segundo padre. Se instaló en una casa de asistencia que mantenían sus tías Margarita y Jesusita Arreola, hermanas de Felipe, su padre, y que se encontraba “en el portal Morelos, a unos pasos de la catedral”. (4)
A esa edad Juan José considera que se hizo un hombre mayor pues su trabajo le daba para pagar renta y alimentos a sus familiares:
“de 30 pesos mensuales que ganaba, yo les pasaba 20: las dos terceras partes.”
Durante este periodo trabajó en la tienda de abarrotes de Francisco Watanabe, dentro del Mercado Corona; se compró su primer traje (era muy importante para él que pudiera comprarse su propia ropa). Frecuentaba el cine (afición que le nació en Zapotlán, cuando se escapaba hasta del trabajo para ir a ver películas, aunque eso le costara cinturonazos de cuero). Fue también en esta época que adquirió su primer libro (objetos que aprendió a amar desde su trabajo en la imprenta y el taller de encuadernado) y escribió sus primeros textos: “Los buitres”, “La muerta” y “El cepo”.
Lee el discurso de aceptación del Premio Juan Rulfo que le concedió la FIL en 1992
Su adolescencia estuvo marcada por el cine, especialmente por actores como Valery Inkijinoff y Charles Vanel. Quedó deslumbrado por la actriz Gaby Morlay.
En Zapotlán, primero, y en Guadalajara, después, ya se conjugaban en el aquel joven espigado y de cabellos rebeldes dos de sus grandes pasiones: la literatura y la actuación.
Lugares a visitar:
- El primer hogar de Juan José Arreola, en los portales de la calle Morelos cerca de la catedral.
- Los abarrotes de Francisco Watanabe que se encontraban en el Mercado Corona.
Las disyuntivas: Zapotlán, Ciudad de México, Manzanillo y Zapotlán (1936 a 1941)
Por razones que aún desconozco Juan José regresó a Zapotlán en algún momento de 1936. Quizás ya estaba convencido de que tenía que viajar a la capital del país para formarse en la dramaturgia, o quizás fue el miedo que él mismo reconocería años después.
En Zapotlán trabajó en un mostrador de papelerías, en tiendas de ropa, en molinos de café y en al menos un par de chocolaterías, hasta diciembre de ese año. En ese mes Arreola se subió a un autobús para viajar a la Ciudad de México.
En México entró a la escuela de teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes, dirigida por Fernando Wagner, donde fue alumno de maestros como Rodolfo Usigli y Xavier Villaurrutia. Pero una desastrosa gira artística encabezada por Rodolfo Usigli en 1941, sumado a un rompimiento amoroso, provocaron que el 8 de agosto de 1940 Arreola regresara con su familia.
Felipe, su padre, había dejado Zapotlán para ir a vender tepache al puerto de Manzanillo. Ese negocio salvó a la familia del autor, pues los emprendimientos previos de Felipe habían fracasado. Juan José, su padre y algunos de sus hermanos vendieron tepache en la Avenida México de Manzanillo, mientras su madre y sus hermanas fabricaron “joyería marina”, collares de conchas de mar.
En Manzanillo pasó sólo tres meses, pues para octubre ya se encontraba de regreso en Zapotlán, a donde viajó con dos de sus hermanos “en una especie de avanzada para recuperar la tierra y la casa familiar”. (5)
Ahí, Juan José recibió el cargo de profesor de secundaria e inició de manera más formal su oficio de escritor. En diciembre del mismo año escribió el cuento “Sueño de Navidad”, publicado en el periódico Vigía.
En ese periodo Arreola se sumó a la compañía teatral de aficionados fundada por la señora Margarita Palomar de Mendoza y don Alfredo Velasco.
Vivió en la casa familiar de Zapotlán en la calle Juan N. González #33, donde escribió su primera obra de renombre: “Hizo el bien mientras vivió”, un relato breve.
Todo el año de 1941 fue muy accidentado. En abril tuvo lugar el Terremoto de Colima, que afectó varios estados y que Juan José describe en su novela La Feria.
A finales del mismo año, Arreola hizo un segundo intento por instalarse en la Ciudad de México, pero se vio forzado a volver por su mal estado de salud.
Juan José retomó entonces sus actividades como profesor de secundaria. El año de 1942 fue especial por dos razones: la primera es la visita de Pablo Neruda a Zapotlán. El chileno quedó muy impresionado con las interpretaciones que hizo Arreola de los poemas Farewell y Poema veinte. Tanto que en algún momento de la noche, Neruda le ofreció convertirlo en su secretario particular para que éste viajara inmediatamente con él a la Unión Soviética, a donde tenía ya programada una visita. Arreola, aconsejado por la propia esposa del poeta, decide rechazar la propuesta.
El segundo hecho fundamental es que el enamoradizo Juan José le declara su amor a Sara Sánchez Torres, quien más tarde se convertirá en su esposa. Asunto que por cierto no fue fácil para el escritor pues Sara lo rechazó de un inicio y más tarde terminó su relación de noviazgo.
A finales de 1942 su padre decidió que debía dejar Zapotlán y volver a Guadalajara. Así regresó el autodidacta de las letras mexicanas a la ciudad en un periodo que será probablemente el más importante de su vida.
El prodigioso muchacho (1942 a 1945)
“Guardo un recuerdo, no basta decir grato, sino realmente un gran recuerdo de esa etapa tan importante para mi vida, de 1942 a 45 en Guadalajara […] Llegué allí en condiciones de derrota, en plena juventud pero sin trabajo y sin saber qué hacer en realidad.”
JUAN JOSÉ ARREOLA
Arreola viajó en vísperas de Navidad en un tren cuyo trayecto le pareció interminable y donde lo acosó un sentimiento de claustrofobia y agorafobia. Tenía 24 años y para entonces ya había trabajado en talleres; vendiendo sandalias; atendiendo mostradores; de comediante, panadero, profesor; y, por supuesto, actuando y escribiendo.
Llegó a casa su hermana Cristina en el centro de la ciudad, una casa “antigua y muy grande, de dos pisos, con una serie de recámaras y dos patios, y una puerta cochera que mi hermana transformó en una pequeña tienda para vender sus pasteles y quedaba frente a lo que hoy es Teléfonos de México” (6). La casa se encuentra sobre la Avenida Juárez en su cruce con la calle Donato Guerra.
Pronto se puso el joven Arreola a buscar empleo pues uno de sus objetivos era reunir dinero para poder casarse con Sara.
Fue su primo Enrique quien le recomendó buscar a Jorge Dipp, un joven con el que Juan José había vivido en su adolescencia en la casa de asistencia de sus tías, y que recientemente había fundado, junto a otros empresarios, el periódico El Occidental.
En su primera reunión, Jorge le dijo: “vas a ser director de circulación de El Occidental desde el próximo lunes”. El periódico se encontraba entonces en la calle Francisco I. Madero #111, entre Maestranza y Degollado.
Así, en 1943, comenzó la vida literaria de Arreola. Con un empleo estable se hizo un miembro recurrente de las tertulias que se organizaban en la casa de las hermanas Guadalupe y Xóchitl Díaz de León, ubicada en la Calle Pedro Moreno #1000, donde tenían instalada la Farmacia Rex, de la que eran dueñas.
En las tertulias de la Farmacia Rex, de las hermanas Díaz de León, Arreola conoció a personajes destacados como el maestro y escritor Arturo Rivas Sáinz, quien a la sazón tenía unos cuarenta años y con quien Juan José tuvo una fraterna amistad.
Fue a Rivas Sáinz a quien le presentó “Hizo el bien mientras vivió”, texto que lo entusiasmó y que lo llevó a fundar la revista jalisciense de literatura Eos, que en su primera edición publicó, íntegro, el relato.
Arreola, que mantenía su noviazgo con Sara Sánchez a distancia, recibió una carta donde ella daba por terminada su relación. Juan José sufrió mucho la decisión de Sara y compartió con Guadalupe Díaz de León ese trago amargo; de ello, y de una profunda amistad, dan cuenta tres cartas de la época.
Arreola se volvió asiduo visitante de las librerías Moya y Font, “que son las que traían las novedades a Guadalajara” (7).
Librerías Carlos Moya llegó a tener diez sucursales; al parecer una de ellas se encontraba en la Calle Morelos #502, entre Ocampo y Jesús González Ortega.
Por su parte la Librería Font, fundada por Leopoldo Font Riudor, se encontró en su última etapa en la Calle Manuel López Cotilla #442 entre Ocampo y Galeana. Aunque es probable que Arreola la visitara en su primera ubicación en la Calle Colón #12, en los portales del centro, entre Morelos y Pedro Moreno.
La librería Font se llegó a convertir en una especie de ateneo donde personajes intelectuales de la época se reunían en el salón del fondo. Personas como Agustín Basave, Agustín Yáñez, Enrique Díaz de León y Efraín González Luna se reunieron ahí. Escritores como Arreola y, su gran amigo (por momentos también su rival) Juan Rulfo, también fueron sus clientes.
Juan José no sólo visitaba estas librerías de novedades, sino también las muy tradicionales librerías de viejo. En el libro de memorias dictado por Arreola a Fernando del Paso, al final de su vida, Memoria y olvido, Arreola recuerda una tienda de libros especialmente surtida que era propiedad de un hombre llamado Fortino Jaime.
Se refiere a la librería El Árbol de Navidad, que originalmente se ubicó en la esquina de las avenidas Juárez y Ramón Corona, y en 1928, donde seguramente la visitó Arreola, en la Calle Morelos #487, entre Ocampo y Galeana.
***
Unos dos años y medio estuvo Juan José Arreola trabajando en el periódico.
Su mayor problema era que el diario no salía a tiempo, provocando el fastidio de clientes y eliminando la posibilidad de crecimiento, pues así como había días en que el tiraje podía estar listo para ser distribuido a las siete de la mañana, había otros en que salía hasta después de las doce. Arreola, que revisaba cada proceso, desde la escritura, los talleres y la repartición, nunca pudo dar con la solución al problema.
Para el primer aniversario de El Occidental le encargaron escribir una serie de artículos contándole al público todos los procesos que se llevaban a cabo para que ellos tuvieran el periódico en las manos.
Esto viene a cuento porque Juan José, quien había acompañado en su bicicleta a la veintena de repartidores del periódico con el afán de supervisar el proceso, era un amante de las dos ruedas y fue por entonces que se aficionó a andar desde Catedral hasta el Panteón de Mezquitán, “con el compromiso de no tocar una sola vez el manubrio de la bicicleta”. Si se caía o se veía obligado a tomarlo, volvía a comenzar desde la Catedral.
Su noviazgo con Sara Sánchez Torres se restableció en noviembre de 1943 con la formalidad de que esta vez Sara le presentó a su madre y ésta autorizó la relación.
El domingo 11 de junio de 1944 se casaron en la parroquia de la Santísima Trinidad, ubicada en la Calle Libertad #1227, esquina con la Avenida Federalismo.
Apenas unos meses antes, el 28 de abril de 1944, uno de los actores más prestigiosos de Francia, Louis Jouvet, quien además era escenógrafo y director de teatro, llegó a Guadalajara.
Juan José y su hermano Rafael habían desarrollado un gusto por los actores secundarios y hallaron en Jouvet un individuo “un tanto siniestro, de voz ronca que, era notorio, dominaba un tartamudeo”.
El actor había cerrado su teatro y logró salir de Francia con un grupo de colegas cuando los nazis ya habían tomado París. En una gira que realizaba por Sudamérica, el actor fue invitado a México y a su vez los miembros de la colonia francesa solicitaron que fuera traído a Guadalajara.
Arreola recibió a Jouvet con una comitiva en la estación del tren y más tarde, durante un ensayo que el actor realizaba en el Teatro Degollado, donde trabajaron dos semanas los actores y se presentaron, Juan José logró detener a Louis y sorprenderlo con todo lo que sabía de Francia, de su cultura y del propio actor.
“Le suelto una verdadera catarata, le cuento su vida, le digo lo que es el teatro francés, la poesía francesa […] y es más, le dije ‘usted siempre trae en el bolsillo unas piedritas de río’”.
Asombrado, Jouvet lo invita el domingo a las 11 de la mañana a platicar en el Hotel del Parque, sobre la Avenida Juárez #845, justo en la esquina con Camarena.
Después de una reunión de cuatro horas, Jouvet le prometió a Arreola que lo llevaría a París y que ahí se sentiría como en casa. El actor francés prometió ayudarle a tramitar una beca justo cuando terminara la Segunda Guerra Mundial.
***
Para la segunda mitad de 1944 Juan José conocerá a dos grandes personajes de las letras, Antonio Alatorre y Juan Rulfo.
Alatorre sorprendió a Juan José, pues, cuando lo conoció, Antonio vivía en un hospital con unas tías monjas que eran enfermeras. Más tarde se cambió a una casa en la Calle Pavo que, de acuerdo al libro de memorias de Orso Arreola (El último juglar), primogénito de Juan José, se encontraba en el cruce con Ramón Corona; sin embargo, dichas calles son actualmente paralelas, por lo que el dato podría ser erróneo.
Antonio era entonces un joven de unos 21 años, que había pasado por el seminario y estudiaba en la Facultad de Derecho. Arreola lo introdujo a lecturas “profanas” de autores como Pablo Neruda, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Giovanni Papini y Georges Duhamel.
De esa entrañable amistad nació la revista de literatura Pan, un esfuerzo que se concretó en junio de 1945 y que desde un inicio presagiaba un futuro incierto pues, en su texto de presentación, asumía la difícil empresa que significaba mantener un esfuerzo de esta clase.
La revista apenas duró hasta noviembre de ese año, poco antes de que Arreola partiera de la ciudad. Alatorre había invitado a Rulfo a formar parte de la publicación y éste simplemente dijo que sí . Fue así que su nombre se sumó al impreso, que llegó hasta su séptima edición.
En su corta vida, la revista Pan (cuyo nombre Arreola refería al alimento casero y al primitivo dios de las provincias griegas de los campos y las montañas, también identificado como el dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina) publicó el trabajo de autores como Juan Rulfo, Arturo Rivas Sáinz, Francisco González León, Alfonso de Alba, Adalberto Navarro Sánchez, Ricardo Serrano, Rodríguez Puga, los propios Antonio Alatorre y Juan José Arreola.
Arreola había conocido a Juan Rulfo en la tertulia de las hermanas Díaz de León en la Farmacia Rex.
Entonces Rulfo estaba enterado de Arreola, pues conocía la revista Eos; y a su vez Arreola conocía a Rulfo por su cuento “La vida no es muy seria en sus cosas”, que éste había publicado ese mismo año —1945— en la revista América de la Ciudad de México.
Tanto Arreola como Alatorre visitaban a Rulfo en su oficina, donde éste fungía como agente de migración, aunque el mismo Arreola ha dicho que ahí nunca había nadie y que Rulfo pasaba las horas solo, escribiendo. Alatorre describió el lugar como un “edificio feo, la oficina fea, el escritorio feo y tenía sus novelas ahí. Porque no hacía nada”. (8)
El edificio se encontraba en la Calle Maestranza casi esquina con Madero, nada más y nada menos que a la vuelta de la esquina de las oficinas de El Occidental. Fue el propio Rulfo quien caminó hasta las instalaciones del periódico para ver a Arreola y llevarle el cuento “Nos han dado la tierra”, que acababa de escribir. El cuento maravilló a Juan José y fue publicado en el segundo número de la revista Pan.
Arreola y Rulfo se visitaban también en sus respectivos domicilios. El de Juan José, que vivía con su esposa Sara y su hija Claudia (nacida en el primer semestre de 1945), se encontraba sobre la Calle Fermín Riestra y el número podría ser el 365 que aparecía en la dirección de la revista Pan, pero en la numeración actual no existe.
El domicilio de Juan, por su parte, quien vivía con su abuela María, su hermana Eva y su tía Dolores, estaba Morelos #2077, entre las calles Francisco Javier Gamboa y Calderón de la Barca. En este último se reunían a escuchar música clásica en la tornamesa RCA Victor de Rulfo.
Tanto Arreola y Rulfo como Alatorre solían ir los sábados o domingos a hacer largas caminatas por distintos rumbos de Guadalajara.
Arreola cuenta que los asiduos visitantes de las tertulias en la Farmacia Rex terminaron por propagarse a los cafés Nápoles y Apolo. Aunque él nunca fue un asistente regular, pues prefería hablar que escuchar a los demás.
Es más, fue un autor tan dotado de palabra que muchas veces comentó: “si yo hubiera sido mudo, habría sido mucho mejor escritor”. De hecho, dos obras importantes de Arreola fueron prácticamente extraídas por otros escritores.
Primero fue José Emilio Pacheco quien fungió como amanuense o transcriptor de los dictados de Arreola para escribir su obra Bestiario: faltando pocas semanas para que Juan José tuviera que entregar el libro, Pacheco fue instalado como su copista.
Y el otro es el libro que Arreola prometía como su libro fundamental, que se llamaría Memoria y olvido, y que trataría sobre su vida. Este libro fue hecho realidad gracias al escritor Fernando del Paso quien realizó más de cien horas de entrevistas a Juan José, las transcribió y editó en primera persona, de forma que lo sentimos como una obra propia del autor zapotlense. (9)
El Café Nápoles, que al parecer se encontraba en Juárez #419, entre Galeana y Ocampo, reunió a diversos artistas entre quienes destacaban además de Rulfo, Alatorre y Arreola, el pintor colimense Alejandro Rangel Hidalgo (quien hizo el diseño de Pan), el poeta Alí Chumacero y la escritora Lupe Marín.
El Café Apolo, donde Rulfo conoció a la joven Clara Aparicio, quien se convertiría en su esposa, estuvo ubicado entre las mismas calles Ocampo y Galeana, sobre Juárez.
En el verano de 1945, Louis Jouvet cumplió con su promesa y le envió una carta a Juan José pidiéndole que se presentara en la embajada de Francia en México para iniciar los trámites de su beca.
“Después de complicadas gestiones, en las que intervinieron José Luis Martínez y Alfonso Reyes, con cartas de recomendación de sus maestros Fernando Wagner, Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia y Octavio G. Barreda, logró acreditar y entregar la documentación”. (10)
Así, en algún punto entre agosto y septiembre, Juan José Arreola partió en un largo trayecto por trenes y barcos, primero a Nueva York y después, a París.
En Guadalajara se quedaron su esposa Sara y su hija Claudia, esperando los acontecimientos que pronto habrían de traer a Arreola de vuelta.
Lugares a visitar:
- La casa de Cristina Arreola – Avenida Juárez frente a Teléfonos de México
- Oficinas del periódico El Occidental – Francisco I. Madero #111, entre Maestranza y Degollado
- Las tertulias de la Farmacia Rex, casa de las hermanas Díaz de León – Calle Pedro Moreno #1000
- Librería Carlos Moya – Calle Morelos #502, entre Ocampo y Jesús González Ortega
- Librería Font – Calle Colón #12, en los portales del centro entre Morelos y Pedro Moreno
- Librería El Árbol de Navidad de Fortino Jaime – Calle Morelos #487, entre Ocampo y Galeana
- Paseo en bicicleta desde la catedral hasta el Panteón de Mezquitán
- Juan José Arreola y Sara Sánchez se casaron en la parroquia de la Santísima Trinidad – Calle Libertad #1227, esquina con la Avenida Federalismo
- Arreola sorprende a Louis Jouvet en el Teatro Degollado y desayuna con él en el Hotel del Parque, sobre la Avenida Juárez #845, justo en la esquina con Camarena
- Oficina de Juan Rulfo sobre la Calle Maestranza casi esquina con Madero
- La casa de casado de Arreola – Calle Fermín Riestra
- Domicilio de soltero de Juan Rulfo – Morelos #2077, entre las calles Francisco Javier Gamboa y Calderón de la Barca
- Los cafés, Nápoles y Apolo – Estuvieron en la Avenida Juárez entre las calles Galeana y Ocampo, el primero en el #419, el segundo se desconoce
Los bienes, propios y ajenos (1946)
“Yo tenía miedo al éxito. Lo he tenido siempre”, le dijo Juan José Arreola a Fernando del Paso en las entrevistas que sostuvieron.
Arreola habla de sus crisis nerviosas y del horrible padecimiento que le provocaba ese miedo. Como cuando regresó de Guadalajara, de Ciudad de México y finalmente de París.
En Europa encontró una ciudad “que padecía hambre y frío. El invierno, la falta de alimentos oportunos y elementales como pan, leche, huevos y azúcar —racionados e incluso sin forma de obtenerlos aun teniendo dinero para pagarlos— hicieron que Juan José tuviera por primera vez dinero en los bolsillos, pero sin nada que comprar”. (11)
En marzo de 1946, Arreola emprendió el viaje de regreso a Guadalajara.
Aún con los estragos de la guerra encima, su estancia en París fue un sueño hecho realidad.
Con el apoyo de Jouvet, con quien convivió, se le abrieron las puertas del teatro nacional francés la Comédie-Française y se reencontró con su viejo maestro Usigli, además de conocer a Octavio Paz, Gabriela Mistral, Jean-Louis Barrault (con quien Arreola guardaba un inmenso parecido y que a la sazón dirigía la Comedia Francesa), Roger Caillois, Pierre Renoir (hijo del pintor), Charles Dullin, Alexandre Rignault, Marguerite Jamois, Jean Meyer, Pierre Emmanuel y Alejandro Otero.
Si bien el dinero no le hizo falta en París, en México la situación fue muy diferente. Regresó para encontrarse en una situación de suma pobreza que le obligarían a empeñar sus arras de matrimonio, anillos y aretes de Sara.
Arreola volvió a trabajar como vendedor ambulante de sandalias, pero pronto desmontó su casa en Guadalajara, la de la calle Fermín Riestra. Se fue a Ciudad de México donde su amigo Antonio Alatorre le consiguió trabajo en el Fondo de Cultura Económica (FCE), haciéndolo pasar como filólogo y gramático.
En la capital Juan José publicará su primer libro, la colección de cuentos Varia invención, en el propio FCE en la colección Tezontle en 1949. Trabajará en el Colegio de México; fundará dos editoriales; dirigirá la compañía teatral bautizada por él como Poesía en voz alta, patrocinada por la UNAM; además de que será nombrado coordinador de La Casa del Lago, el centro cultural de la UNAM enclavado en el Bosque de Chapultepec.
Terminará de publicar su obra, entre los que destacan Confabulario (1952), La Feria (1963) y Bestiario (1972). Impartirá talleres literarios y, por ello, será considerado maestro de una generación de escritores, entre ellos personajes como Vicente Leñero, José de la Colina, José Emilio Pacheco y José Agustín.
En la Ciudad de México. Juan José pasará a convertirse en la figura de renombre que es. (12)
La vida privada (1992 a 2001)
“¿Conoces una carnicería? ¿Y un mercado?”, fueron las primeras preguntas que le hizo Juan José Arreola a Jorge Padilla, quien se convertiría en su chofer y asistente personal por los últimos trece años que vivió.
A principios de los años 90, ya siendo un autor consolidado y un afamado participante de programas televisivos, la vida de Arreola transcurría entre Ciudad de México y Zapotlán. Entonces decidió aceptar la invitación que la Universidad de Guadalajara le extendió para dirigir la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco en 1991.
Llegó a vivir a un departamento que se encuentra en la Calle Mar Caspio #2105, entre Mar del Sur y Mar Amarillo, y más tarde se instaló en el conjunto de departamentos sobre la misma calle, Mar Caspio #2067, en la colonia Country Club.
En 1992, la entonces joven Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que se había comenzado a realizar en 1987, le entregó su Premio Internacional de Literatura Juan Rulfo a Juan José Arreola. El premio apenas había sido instaurado un año antes premiando al “antipoeta” chileno Nicanor Parra.
Jorge Padilla cuenta cómo algunos de los lugares más visitados por el escritor eran las carnicerías La Costilla (Av. de los Maestros #2018) y Carnicería Providencia (Puerto Bello #1600) donde compraban cortes finos, la tienda de vinos La Europea que llegaba a visitar casi diariamente y que se encontraba en Avenida Américas #526, la ahora extinta tienda de discos Casa Lemus o Musical Lemus en Plaza Patria, o la entonces reciente y ahora desaparecida tienda Mixup de Plaza del Sol, la pescadería Golfo de México en el Mercado del Mar de Zapopan (Avenida del Pial Local #35), y el Mercado de Santa Tere (Calle Andrés Terán #523), donde fue el mismo Arreola quien enseñó a Jorge a elegir la verdura y en donde hacía las compras para que Sara preparara los platillos que la familia elogia hasta hoy.
En Guadalajara Juan José impartió clases, conferencias, y en palabras de su hijo Orso, “su vida se estabilizó y le permitió dedicar tiempo libre a la lectura y al ajedrez. Gracias a este entorno, fue un hombre feliz en esa etapa de su vida: disfrutó su familia, su casa, sus libros y sus bienes espirituales”.
Frecuentemente era invitado a dar charlas o conferencias, por ejemplo, en el Club de Industriales de Jalisco (ubicado en Francisco Javier Gamboa #2). Platicaba con los empresarios que comúnmente lo invitaban a hablar de diversos temas.
Era asiduo visitante de la librería Gandhi que se encontró primero sobre la Avenida Chapultepec y que ahora está en la Calle Manuel López Cotilla #1567, entre General San Martín y Marsella.
También disfrutaba saliendo tanto a Plaza Patria como a Plaza México de compras. Era un gran consumidor de carnes frías y productos de importación. Visitaba la tienda delicatessen La Casita, sobre avenida Terranova, en la colonia Prados Providencia.
Aproximadamente en 1996 tanto Juan José y Sara, como Claudia su hija mayor, se mudaron a una casa en la Colonia Providencia ubicada en Córdoba #2642, entre Ontario y Montreal. En ese domicilio el matrimonio pasó sus últimos años.
Ya para 1997 Arreola presentaba dificultades para caminar, tenía 79 años y nadie imaginó que dichas dificultades eran producto de daños cerebrales. Padeció hidrocefalia adquirida, una enfermedad provocada por la acumulación anormal de líquido en las cavidades del cerebro.
Su último viaje a la capital del país lo hizo en ese año de 1997 para recibir el Premio Internacional de Literatura Alfonso Reyes. Y en octubre del mismo año la Universidad de Guadalajara le rindió un homenaje en el Paraninfo, el cual resultó ser su último acto público.
No fueron sus malestares estomacales, la neurosis, la claustrofobia o la agorafobia (aunque todas ellas pudieron contribuir) las segaron la vida de Juan José, sino la hidrocefalia. Producto de esta enfermedad fue perdiendo su portentosa memoria. Desde noviembre de 1998 permaneció postrado.
“Por tres largos y dolorosos años tuve que aprender a dialogar con él, en silencio y a la distancia. Sólo pude verlo en contadas ocasiones; pero, como si se tratara de un milagro, volví a escucharlo recitar poemas y tuve la fortuna de conversar con él. Hubo días en que parecía curarse, pero la mayor parte del tiempo quedaba suspendido en la fragilidad de un umbral de conciencia”, escribió Orso.
Una madrugada aquel hombre de infinitas palabras se quedó callado.
“Murió de tanto silencio en la madrugada del 3 de diciembre de 2001. Tenía 83 años. […] Recuerdo que la última vez que hablé con él —escribe Orso— me dijo: ‘No tengo nada porque ya lo di todo’.”
La señora Sara Sánchez Torres, viuda de Arreola, falleció prácticamente un año después, el 23 de diciembre de 2002.
Lugares a visitar:
- Carnicería La Costilla – Av. de los Maestros #2018
- Centros comerciales Plaza Patria y Plaza México
- Pescadería Golfo de México en el Mercado del Mar de Zapopan (Avenida del Pial Local #35)
- Mercado de Santa Tere – Calle Andrés Terán #523
- Club de Industriales de Jalisco – Calle Francisco Javier Gamboa #2
- Librería Gandhi – Calle Manuel López Cotilla #1567, entre General San Martín y Marsella
- Tienda de delicatessen La Casita – Avenida Terranova #596
Fotos obtenidas del libro “El Último Juglar” de Orso Arreola / De prensa de la Universidad de Guadalajara / Crédito especial
(1) Cita tomada del libro El último juglar escrito por el hijo de Juan José Arreola, Orso Arreola, en clave de diario y en primera persona, con extractos de cartas y diarios de su padre.
(2) Cita de Rodrigo Martínez Baracs, “La obra de José Luis Martínez”, versión del 13 de enero de 2018, fragmento en https://luvina.com.mx/josa-luis-martanez-y-juan-josa-arreola-en-ciudad-guzman/
(3) Fragmento tomado del libro Memoria y olvido: Vida de Juan José Arreola 1920-1947, escrito por Fernando del Paso, producto de casi cien horas de entrevistas con Juan José.
(4) Cita tomada del libro Memoria y olvido: Vida de Juan José Arreola 1920-1947, escrito por Fernando del Paso, p.84.
(5) Cita tomada del libro El último juglar escrito por Orso Arreola, página 113.
(6) Cita tomada del libro Memoria y olvido: Vida de Juan José Arreola 1920-1947, escrito por Fernando del Paso, p.84.
(7) Memoria y olvido: Vida de Juan José Arreola 1920-1947, p.86.
(8) Cita obtenida de una conversación entre Juan José Arreola y Antonio Alatorre citada en el libro Historiando a Juan Rulfo coordinado por Raymundo Padilla Lozoya y Enrique Ceballos Ramos.
(9) Las dos anécdotas son relatadas por el escritor Juan Villoro en el homenaje póstumo a Fernando del Paso organizado por el Instituto Cervantes.
(10) Cita tomada del libro Juan José Arreola, vida y obra de Orso Arreola.
(11) Cita tomada del libro Juan José Arreola, vida y obra de Orso Arreola.
(12) La celebrada impronta del escritor ha sido opacada por las declaraciones públicas de la escritora Elena Poniatowska y de la también escritora y pianista Tita Valencia. La primera habló públicamente en 2019, después de 64 años de haber conocido a Juan José, sobre su relación con éste y dijo que el escritor aprovechó su estatus, siendo 20 años mayor que ella, para mantener una relación con ella que derivó en su primer embarazo pues el padre biológico del hijo mayor de Poniatowska es Arreola. La segunda calificó de cruel y abusiva la relación que mantuvo con el autor, quien era 19 años mayor que ella. En las memorias publicadas bajo el título El último juglar, escrito por Orso Arreola, se lee que de aquella fama de seductor y de don Juan, “algo hay de cierto y algo de leyenda”.
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Horacio Castellanos Moya visita Guadalajara esta semana
El escritor centroamericano clausura el programa de GCML con una conferencia este jueves 27 de abril
Una trilogía para viajar al pasado de nuestra América
Una entrevista con el escritor colombiano Marco T. Robayo y la presentación de sus novelas que nos
Maria Guadalupe Barbosa Aldas
En realidad lo considero un gran escritor y gloria e hijo pródigo de Jalisco, jalisciense e hijo preclaro, gloria de nuestras letras