SHUKRAN, SHARJAH 

Nuestra colaboradora, Ana P. Mejía, conoció a fondo a diversas personalidades del pabellón de Sharjah, invitado de honor a la FIL Guadalajara, y nos cuenta su experiencia descubriendo un fragmento de su cultura

Por Ana P. Mejía / Fotos: R. Cortés

 

Antes de la pandemia nos despedimos de la India y le dimos la bienvenida a dos invitados de honor: Sharjah (pronunciado sharyá) y la cultura árabe. No sabíamos que pasarían dos años para que pudiéramos recibirlos y compartir con ellos la fiesta de las letras: la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. 

 

Este estado y su cultura llegaron a nuestra ciudad listos para celebrar. Con un pabellón repleto de historia, patrimonio y vivacidad, arribaron a la fiesta llenos de regalos para compartir con Guadalajara y quienes visitamos la FIL.

 

Siendo uno de los siete emiratos que integran desde 1971 los Emiratos Árabes Unidos, alrededor de Sharjah había mucho más enigma y desconocimiento que casi con cualquier otro territorio invitado. 

 

Sharjah es considerado el centro cultural de los Emiratos Árabes, pues cuenta desde 1982 con la feria del libro más importante del mundo árabe (que el año pasado tuvo 1.6 millones de visitantes), y al igual que Guadalajara ahora, en 2019 recibieron el nombramiento de la UNESCO como Capital Mundial del Libro. 

 

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Me acerqué a preguntar cómo iba un partido de fútbol (en el que jugaba México y donde las emiratíes apoyaban a Arabia Saudita) y terminé forjando amistades,  aprendiendo y conociendo su cultura más a fondo de lo que me hubiera imaginado. 

 

¿Dónde queda exactamente Sharjah? ¿Cómo se configura la cultura árabe? Yo solo quería que me pusieran un dibujo con henna en la mano, pero primero, me ofrecieron vestirme como una de ellas. Me llamó mucho la atención que además de un velo, me ofrecieron un antifaz dorado que algunas de ellas traían. ¿Qué es eso? “Una burka, originalmente eran de oro, pero por comodidad y seguridad estos no” me contestó el director del Instituto de Patrimonio de Sharjah, el Dr. Abdulaziz Almusallam. “Solo lo utilizan las mujeres casadas, las que no lo traen es porque están solteras”, agregó. La henna, como aprendí, se utiliza con fines decorativos y se prepara a partir de la planta homónima.

Entonces vino el fútbol y además de compartir la pantalla de su celular conmigo, también me ofrecieron un plato con comida. Era el almuerzo y yo estaba invitada. Arroz, pescado seco y molido (como se veía en el video de la pantalla del pabellón que no dejaba de correr mostrando diferentes tradiciones y escenas de la vida cotidiana), chile (muy picante) y pico de gallo, conformaban el platillo. “Es muy enchiloso, pruébalo y revuélvelo con todo lo demás”, me advirtieron. Y encima le exprimieron limón. en ese momento empecé a ver las similitudes entre su cultura y la nuestra. 

 

“Para ver el mundial, nos juntamos toda la familia en mi casa” me dijo una de ellas cuando se resignó y apagó la pantalla no sin antes haberle gritado a los jugadores y sufrido el segundo gol de México. “Todos, hombres y mujeres, lo vemos, hay familias donde no es así, pero la mía sí”. 

 

Por medio de señas con la mayoría, algo de inglés y casi nada de español mi semana estuvo llena de aprendizajes. 

 

La encargada de la henna, una señora que me hacía sentir su nieta, me hizo un dibujo especial y me ofreció hacerme una flor en la palma de la mano como las que ellas tenían. Mi comunicación con ella era a través de sonrisas, señas y “shukran” (gracias). Pero eso no impidió que fuera ella quien me explicara lo que estaba tejiendo con sus manos y que derivó en toda una clase de vestimenta típica, sus nombres y pronunciación.

 

“Es medianoche en Sharjah, pero mi hija está viendo el partido”. Esa es la pasión del futbol, pensé yo, pero me contó que, además, al día siguiente no había clases, era el día nacional en Emiratos Árabes Unidos. “El jueves lo vamos a celebrar aquí, va a haber regalos y fiesta. Tienes que venir”. Al final se festejó el viernes, y fue una fiesta en grande: bailes, música, toda la delegación vestida con sus trajes típicos y sonrisas por todos lados.

 

¿Todos tienen un traje tradicional en su clóset? “Claro, estando allá es mi vestimenta de todos los días, es muy cómodo y con el calor es muy fresco”, me dijo el señor Almusallam. Yo quería saberlo todo sobre estas personas, y el Doctor me regaló su libro, traducido al español, de criaturas mitológicas, un estudio sobre la cosmovisión de los Emiratos. Y con ayuda de un libro ilustrado para niños me compartió un poco de lo que yo tenía en mis manos: la cenicienta árabe (hay un pez involucrado), un gigante desnudo y un ser que vive en el mar y aunque parece malo, lo hace para cuidar lo que vive bajo el agua; estos son algunos de los personajes de los mitos y leyendas. 

 

¿El café árabe existe en el super o es café puro y ustedes le agregan algo? “Lo puedes comprar ya preparado, pero sabe mejor si lo haces tú misma. Solo es café con zaefaran y cardamomo” ¿Azafrán en español y cómo es en árabe? “Zaefaran”. Esa fue una de las muchas palabras que descubrimos pronunciamos casi igual. 

 

El Pulparindo, un dulce de tamarindo con chile, fue la sensación entre los que alcanzaron a probarlo. “Nosotros preparamos una salsa de tamarindo con picante y sabe deliciosa”. 

 

Como lectora, lo que más me llamó la atención es que sus libros se abren al revés. Porque, contrario a nosotros, leen de derecha a izquierda, entonces lo que para nosotros es la contraportada, en el mundo árabe es la portada. En pocas palabras, el lomo, con el libro cerrado, está del lado derecho. Me fascinó descubrirlo con los libros ilustrados para niños. Cuentos de los que no entendía ni el título, pero sus ilustraciones eran tan bellas y coloridas que dejaban entrever la historia. Y qué decir de los libros acordeón: una colaboración entre artistas de México y Sharjah, que muestra las similitudes y entendimientos que pueden existir entre dos sociedades tan lejanas en el mapa, y su unión más allá de las palabras. 

 

“Sharjah está lleno de historia, patrimonio y cultura” me dijo un profesor universitario emiratí. Sus habitantes son cálidos y apasionados. Las abuelas esconden en su puño cerrado un regalo, las mamás le gritan al portero y te enseñan fotos de sus hijas, todos están orgullosos de su patrimonio. Sharjah y Guadalajara, la cultura árabe y la mexicana, son más similares de lo que nos hemos permitido entender. Está en nuestra cocina, en nuestras palabras, en nuestra arquitectura. Hay un puente abandonado entre estos dos mundos, y el lenguaje, no es un gran impedimento para cruzarlo. ⚫

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