Siete talleres LITERARIOS: una apuesta para impulsar talentos

El próximo mes de junio se concluirá un proceso de casi diez meses de talleres literarios en siete géneros que se ofertaron como parte de la apuesta por formar lectores y escritores en el marco del nombramiento que la UNESCO le hizo a Guadalajara como Capital Mundial del Libro 

Quince personas se reúnen alrededor de un escritor. Otras quince están justo detrás de las primeras. Otras treinta personas siguen la sesión de manera virtual. Se trata de los talleres literarios del programa Guadalajara Capital Mundial del Libro. 

 

En mayo del año pasado se anunciaron los siete talleres literarios gratuitos y de largo plazo que conforman una de las líneas de acción del programa de actividades que acompañó el nombramiento de la UNESCO, y que es una de las principales apuestas por dejar “una derrama intelectual”, así lo dijo el presidente municipal de la ciudad, Pablo Lemus Navarro. 

 

Con experiencias como estas, talleres literarios de largo aliento, con duración de diez meses, pensados e impartidos por personalidades que han destacado en cada uno de los géneros a impartir, se apostó por fomentar la escritura; el propio gerente del programa, Martín Solares Heredia, en su momento destacó que al final de cada taller se abrirá un espacio para que los participantes presenten sus trabajos a “editores locales, nacionales, e internacionales, y con algunos scouts y agentes literarios internacionales”. 

 

Estamos a unos días de que se cumpla un año de iniciadas las actividades de Guadalajara Capital Mundial del Libro, el próximo domingo 23 de abril, termina el nombramiento, pero continúan las actividades para promover el libro y la lectura.  

 

En cuanto a los talleres literarios, todavía les quedan un par de meses de actividades, que concluirán el próximo mes de junio. Sin embargo nos propusimos hablar con los talleristas, y evaluar los avances en esta materia, te invitamos a hacer con nosotros este repaso por cada uno de ellos.  

Poesía 

 

Impartido primero por el poeta Carlos Vicente Castro y ahora continuado por la poeta Laura Solórzano, este taller recibió 110 postulaciones. En cada taller se podían elegir hasta 15 participantes presenciales activos, 15 oyentes presenciales y 30 oyentes en línea. 

 

“Cuando comenzó el taller, en la primera sesión, pues yo decidí deshacer este criterio de los presenciales activos y los oyentes” cuenta Carlos Vicente Castro, quien al ver una fila en herradura junto a él, y otra serie de sillas atrás de la primera, decidió que eso no podía ser así, “entonces unimos todo y creo que eso fue algo muy positivo”. 

Aunque los talleristas se sumaron a la selección de los participantes, no fueron los únicos, para cada taller se eligieron a una serie de escritores y profesionales de las letras que dieron su criterio y con quienes se terminaron de asignar los lugares.

  

Carlos Vicente reconoce que un reto mayor fue la inclusión de los oyentes virtuales, quienes a prueba y error se les fue abriendo cada vez más un espacio de interlocución. 

 

“En la última sesión les dije que yo no les deseo éxito” dice Carlos Vicente, quien confiesa que desde el inicio una de sus intenciones fue sabotear la idea de la profesionalización del poeta: “no les deseo becas, ni premios, ni nada de eso; es decir, si los reciben, estaré muy contento, por supuesto; pero sobre todo para mí lo más importante es que ustedes tengan una relación personal entrañable con el lenguaje”. 

 

Además para Carlos Vicente el espacio físico donde se llevó a cabo el taller fue muy significativo, simbólico, pues este se realizó en la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, donde su gran amigo, el poeta Ángel Ortuño, pasó más de veinte años como bibliotecario. 

 

“(El taller) se lo dedicamos a él, y lo nombramos en su honor ‘El palacio de las uñas’ que es una sección de uno de sus libros. Y nuestro primer ejercicio fue siguiendo algo que hacía Ángel en la biblioteca, que es precisamente recorrerla, aprehender todo lo que había alrededor. Él me platicó cuando estaba escribiendo un libro que se titulaba así, El palacio de las uñas, aunque terminó siendo la sección de otro libro, que afuera de la biblioteca se encontraba seguido a un hombre que llevaba un diablito, y en él diablito un letrero que decía, El palacio de las uñas. Y vendía productos para las uñas, como en varios niveles, etcétera. Esa es una de las cosas que me parecen muy importantes, porque en la poesía nos alimentamos de cuestiones literarias, pero la vida misma lleva todavía más potencia, más fuerza y alimenta esa poesía”. 

 

Carlos Vicente insistió en la necesidad de “hacerse de imágenes sensibles”, de “apropiarse de las vivencias”, de tener una “sensibilidad abierta”, y de relacionar “esas vivencias con el lenguaje”. A través de ejercicios que incluso en un primer lugar no tenían que ver con la escritura, el poeta los fue preparando para que cada uno abordara desde una profunda relación con el lenguaje su obra poética. 

 

Ahora toma el timón del taller Laura Solórzano, quien charló con Carlos Vicente, y comentaron el camino recorrido por el grupo. Ella los identifica como un grupo de personas con experiencia, todos ya habían escrito poemas, que son muy atentos, interesados y dispuestos: 

“Lo que yo tenía miedo es que cuando la gente ya tiene mucha experiencia escribiendo, o que ya ha publicado un libro o dos, llega una especie de soberbia, como de ‘yo ya me las sé de todas, todas’, y les cuesta trabajo seguir ciertas instrucciones para los ejercicios” dice Laura. 

 

Lo que no sucedió en esta ocasión, pues aunque la experiencia está, la disposición a seguir aprendiendo también. 

 

Los ejercicios de Laura son de creatividad, por ejemplo ella da tres palabras, y ellos tienen que escribir una oración, ¿importa qué tan corta o larga? Me dice Laura que no importa, pero ella siempre se esfuerza porque las personas entiendan los beneficios de escribir oraciones largas: 

 

“Ese tema lo repito un millón de veces, la importancia de la línea larga, de que se dejen fluir por el lenguaje. El problema con la poesía es que si empiezas queriendo hacer versos, como los tenemos en la mente, que son cortitos, es decir, fraccionados, la línea se fracciona; no llegas al largo aliento, a líneas largas” dice Laura. 

 

Después de repetir el ejercicio diez veces, cuando ya se tienen diez oraciones, el siguiente paso es buscarles un orden, encontrar o generar un sentido. 

 

Laura tiene apenas dos sesiones al frente del taller, y comenta que habrá tiempo para que los participantes les muestren su trabajo a los compañeros, para que reciban sus comentarios, y que el grupo funcione como un equipo de lectura, que da retroalimentación: que hace preguntas, interpreta y pone a pensar a cada persona sobre su trabajo. 

Narrativa gráfica 

 

De plano Trino dice que la experiencia ha sido para él, y que ha aprendido muchísimo de su grupo, personas muy creativas y profesionales: “es una de las experiencias más bonitas que he tenido en mi vida”. 

 

Hablamos por supuesto de Trino Camacho, el monero o caricaturista, que tuvo a su cargo el taller de narrativa gráfica y humor. Y ya que Trino dice no estar acostumbrado a impartir talleres de larga duración, ha aprovechado la extensión para invitar a muchos amigos y reconocidos talentos en diferentes ámbitos. 

Por ejemplo, han visitado su taller el periodista cultural y monero, Gerardo Lammers; también el radialista y creativo Paco Navarrete; el profesor y experto en cómics Jorge Fregoso; el fotógrafo (que participó en el crew de la película Pinocho de Guillermo del Toro) Michel Amado; y el monero y gran dupla de Trino, José Ignacio Solórzano, Jis.

 

Todavía el caricaturista y escritor Bernardo Fernández, mejor conocido como Bef, visitará el taller y con suerte también los reconocidos Ricardo Liniers y Albert Montt quienes si confirman su show en Guadalajara serán invitados por Trino al taller. 

Ese calibre de invitados es posible también gracias al gran reconocimiento de los talleristas. 

 

El lugar fue otro acierto dice Trino, porque la velocidad de internet y las facilidades del equipo técnico, como el proyector y la computadora, le permitieron mostrar escenas de películas, o buscar cualquier información necesaria sobre lo que iba relatando. 

 

Los participantes tienen proyectos muy diversos que van desde hacer un libro con gráfica que cuente la historia de un barrio, hasta animar una película, pasando por los fanzines y otras auto publicaciones. “El atorón” dice Trino, “viene casi siempre y para todos en cómo cobrar un trabajo y aprender todos los pasos para registrar tu obra”, la creatividad viene garantizada, pero hacer una vida a partir del trabajo creativo sigue siendo complejo. 

Una sugerencia que hace Trino es publicar de forma independiente en redes sociales, aunque nadie te pague por ello: “mucha de la chamba que me mantiene viene de que me invitan a hacer un cómic o una animación. Las redes funcionan como un aparador, un catálogo que usan quienes están buscando a creativos, y te piden un presupuesto, y a veces se cae el proyecto por eso, casi siempre son los empresarios tapatíos que dicen ‘ay no está muy caro’, pero luego vienen los de Monterrey y te dicen, ‘está bien el precio’ y los Chilangos ‘está súper bien’. Y es eso, todos los días hacer un cartón, aunque no te lo paguen.”

Cuento infantil 

 

Una bibliotecaria. Una doctorante. Unos escritores. Todos amantes y expertos en literatura infantil, son algunos de los perfiles de quienes quedaron seleccionados para participar activamente en el taller impartido por la escritora Lucía Bayardo. 

Precisamente Lucía es una profesora clara, que escucha e instruye, y por lo mismo es exigente con las reglas del espacio. La puntualidad es uno de ellos, escribir un cuento en cada sesión del taller, también. 

 

En el lapso de septiembre a la fecha ella ha visto un gran avance en la escritura de las participantes, e incluso hubo un caso en que se cambió a un oyente a activo, y viceversa, por diversos motivos relacionados al compromiso que Lucía exige y que ha llevado al grupo a elevar su nivel de calidad. 

 

Cada cuento, y las tareas asignadas por cada sesión, consisten en ejercicios que detonan la escritura a partir de la lectura de un material, de cambiar el final a un cuento clásico, de una fotografía, o de cambiar los puntos de vista de personajes en otros cuentos.  

 

El taller ha tenido dos visitantes estelares, uno fue Daniel Goldin, el reconocido editor de literatura infantil y juvenil en las editoriales Fondo de Cultura Económica y Océano. Y el otro fue Rodrigo Morlesín, un escritor y diseñador especializado en libros para niños. 

 

Con Goldin tuvieron una sesión difícil. A partir de un ejercicio Daniel dio consejos y crítica, “nos dio pautas y creo que valió mucho la pena que viniera. Sí es muy exigente, y algunos se desanimaron, varios oyentes dejaron de venir. Los activos siguieron, pero el mismo Daniel dijo ‘quizá ustedes no vienen a escribir, quizá ustedes vienen a leer, entonces lean, hay muchos libros muy buenos, váyanse a leer.” 

 

Y si bien pasaron un momento complicado con Goldin, fue todo lo contrario con Rodrigo Morlesín, fue un péndulo dice Lucía: “un participante me dijo ‘me desanimé mucho, ya no iba a venir, pero luego escuché a Rodrigo y me di cuenta que sí podía escribir algo interesante’. Fue buenísimo porque se hizo esa compensación. Morlesín les dijo sean honestos, y escriban sobre lo que quieran”. 

 

Y al taller le queda un visitante estrella más, el escritor Francisco Hinojosa, probablemente el autor de textos infantiles más leído en nuestro país. 

Novela 

 

Probablemente el género que mayor expectativa genera, y definitivamente el que mejores ventas les registra a las editoriales, es la novela. El taller de novela ha sido impartido por el autor Antonio Ortuño, una de las voces más destacadas en la literatura mexicana. 

Una de las primeras cosas que se deben hacer para impartir un curso como este es conocer los proyectos de los participantes, y la lógica con la que han venido trabajando, porque como dice Ortuño, en la literatura no hay métodos únicos, no hay fórmulas, ni una manera exclusiva o correcta de escribir que se contraponga a otras maneras ‘equivocadas’: “puede haber tantas maneras correctas o equivocadas, como hay proyectos y eso es lo primero que uno tiene que resolver”.

 

Antonio ha adecuado ciertos espacios del taller para que las personas que asisten como oyentes puedan hacer comentarios y preguntas que nutren las sesiones. Pero desde el inicio fue muy enfático en que las jornadas donde se leen los trabajos en proceso no podían ser transmitidas, esto por un asunto de privacidad de las historias.

 

Desde un inicio Ortuño fue muy claro respecto al tiempo que necesitaba un género como la novela. Entre sesión y sesión, tenían que dedicarle tiempo, avanzar y traer los resultados. A lo largo de las sesiones ha habido cinco sustituciones de personas que reconocieron que por sus rutinas o cambios en su vida, no podían dedicar el tiempo necesario y decidieron dejar su lugar en la mesa.

 

La gran diversidad, desde las edades, hasta el grado de avance de los trabajos, nutrieron también la comunidad que se nutre de los mismos participantes y sus experiencias. En el taller había quien escribía por primera vez una novela, hasta personas que ya habían publicado, desde el que tenía una idea, hasta el que tenía un primer tratamiento de su obra: 

 

“Hay quien ha escrito durante el taller 200 o 250 cuartillas a lo largo de estos meses; hay otros que desde que se anunciaron los resultados comenzaron a trabajar en el manuscrito y ya llegaron a las primeras sesiones con un avance importante; mientras que otros se plantaron en la primera sesión con la idea por la que fueron elegidos y pues ahora tienen 30 o 40 páginas, son incomparables” dice Antonio Ortuño cuando se le pregunta por los grados de avance y si era posible ejemplificar con un caso o dos porque cada uno tiene un momento singular que no se le parece al de ninguno. 

 

Sin embargo es importante destacar que Antonio considera que puede haber dos o tres proyectos que lleguen a un manuscrito completo, listo para pasar al “detallado fino”, ese proceso que requiere lecturas y comentarios de otros: “para mí es una de las etapas más importantes, si no la más, en la en la confección de la novela” asegura Antonio. 

 

A grandes rasgos Antonio dice que un tercio de las novelas que se plantearon van a llegar a término en el tiempo del taller; dice que otro tercio van a llegar a un avance muy notable, “a los que quizá les hayan faltado tres o cuatro meses para completar el el manuscrito”; y otro tercio que están en la construcción y tienen cerca de un treinta por ciento de avance.

 

Las sesiones se han nutrido de visitas estelares de narradores como los mexicanos Emiliano Monge y Xavier Velasco, o el brasileño Marçal Aquino; y aún espera cerrar con la presencia de la novelista Ave Barrera. 

Ensayo 

 

No son pocas las personas que se interesan por el ensayo en Guadalajara, y así lo constataron Teresa González Arce y José Israel Carranza, ambos escritores del género ensayístico. 

Ellos participaron, como todos los talleristas, junto a otros especialistas en la selección de participantes. Uno de los criterios empleados fue la claridad de las intenciones que las personas tenían para desarrollar un proceso personal de escritura. 

 

Como el resto de los talleres, Teresa, que fue quien inició las sesiones, se encontró con una diversidad de perfiles, desde las edades y los intereses, pasando por las aproximaciones y el nivel de conocimiento del género. Ella comenzó por encargar lecturas de autoras y autores que son reconocidos por su gran manejo del ensayo en su carácter de textos introspectivos, que se preguntan el mundo a partir de experiencias personales, pero que llevan la reflexión a la amplitud global de las distintas materias que tocan. 

 

Por ejemplo se revisaron los trabajos y los contextos de la vida de ensayistas como Michel de Montaigne y Virginia Woolf. También desde un inicio se practicó la escritura y se generó un ambiente de confianza muy útil por las características del género. 

 

“Es un funcionamiento muy orgánico, se trata de leer, de platicar acerca de lo que leímos, y de construir entre todas las personas un mejor conocimiento del género y de las posibilidades que están al alcance de cada quien” dice Israel Carranza, quien por muchos es considerado el máximo exponente del género en la ciudad, o como él dice “una especie de propagandista del ensayo”. 

 

Muestra de la vida que tiene el género en la ciudad y en el estado dice Israel, es el hecho de que en un periodo de diez años se han editado en Guadalajara por lo menos tres revistas, de muy buena calidad,  dedicadas exclusivamente al ensayo: Divague, Catástrofe, y Soflama. 

 

“Creo que eso no pasa en ningún otro lugar del ámbito hispanohablante, por lo menos que yo conozca” dice Israel, “y eso es extraordinario”.

 

El primer visitante del taller fue Guillermo Sheridan, uno de los principales investigadores de la poesía mexicana, y de los más divertidos e irreverentes autores del ensayo. En palabras del propio Israel, “una de las mentes más valiosas que tenemos, no solo de las inteligencias más notables en diversos ámbitos, sino también una figura de una integridad cívica y moral a toda prueba”.

 

Israel se refiere al trabajo que Sheridan ha venido haciendo desde sus columnas periodísticas desde donde ha develado el plagio de tesis cometido por la ministra de la SCJN, Yasmín Esquivel, y “además ejerce una crítica de los poderosos y de los políticos que me parece muy necesaria y muy saludable”. 

 

Un asunto que no es ajeno al ensayo, que podría encontrar su materia prima en toda la experiencia vivencial del ser humano, más aún en esa donde confluyen los intereses de una sociedad. 

 

Sheridan compartió unos minutos del taller de ensayo, platicó algunas anécdotas y compartió algunos de sus puntos de vista sobre el género antes de pasar a una conversación pública en el auditorio del Colegio de Jalisco donde se lleva a cabo el taller de ensayo. 

 

Otro de los visitantes al taller fue el periodista, profesor y editor, Rogelio Villarreal, quien compartió la sesión escuchando a los participantes y comentando los textos en la sesión: “fue muy disfrutable y les sirvió escuchar todo lo que Rogelio tenía que aportar. Y hasta donde sé está previsto que más adelante contemos con la compañía de Luigi Amara”.

Periodismo narrativo e investigativo

 

No todos los días tienes la oportunidad de platicar y trabajar de la mano de una persona que ha sido reconocida con el Premio Pulitzer de Periodismo; y aunque pueda resultar cansada la referencia, es cierto que el trabajo de investigación minuciosa que por años ha perfeccionado Alejandra Xanic von Bertrab fue uno de los mayores atractivos para las personas que se postularon al taller de periodismo narrativo y de investigación.

 

El taller está siendo impartido por Alejandra Xanic, Marcela Turati e Ignacio Rodríguez Reyna, los tres miembros fundadores de la iniciativa periodística Quinto Elemento Lab, y tres de los más destacados periodistas de México. 

Se buscaron postulaciones viables y sólidas que propusieran un reportaje de investigación. Al final se llegó a un grupo de personas con proyectos de varias partes del estado, e incluso uno de San Luis Potosí, que cada sesión se dan cita en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas, donde los curiosos se asoman a ver a ese grupo de periodistas que preparan su próxima revelación.

 

“Nuestro programa se dividió en dos partes, aunque es impartido por tres personas. Lo mío tuvo que ver con la investigación. Después vinieron Marcela e Ignacio con la narrativa. Ellos están leyendo a muy buenos periodistas, que han contado magníficas historias, y es la historia lo que abre un camino a las mentes de los demás, porque nos preguntamos ¿cómo le hacemos para que lo que investigamos llegue y toque a los demás? Pues la historia es la que te da esa fuerza” dice Xanic. 

 

Entre los visitantes del taller se encuentran el periodista y profesor chileno Juan Pablo Meneses, quien por años ha viajado por el mundo con su Periodismo Portátil, un proyecto de educación en línea para descubrir, formar y conectar las nuevas narrativas en la región; y el salvadoreño Óscar Martínez, miembro de El Faro, el primer periódico digital de latinoamérica y uno de los más reconocidos por sus coberturas en temas de política y seguridad. 

 

Ambos son reconocidos autores de periodismo narrativo que han explorado con distintas sensibilidades la realidad de América Latina. 

 

Actualmente los proyectos están en etapa de producción, no saben exactamente cuántos de ellos terminarán estando listos para publicarse, pero trabajan directamente con los editores Aníbal Santiago y Silvia Gámez en esta última etapa. 

 

Cabe recordar que este taller fue financiado por la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, con el ánimo de preservar la independencia editorial que los periodistas requerían. 

***

Muchos promotores, talleristas y escritores coinciden en que las actividades con grupos pequeños, de mediana y larga duración, son las más valiosas por su capacidad de incidir y provocar efectos concretos en las personas. 

 

Ya sea desde el conocimiento y la apreciación literaria, la escritura de ejercicios, la práctica de un género o la publicación de un trabajo, hasta la lectura de un clásico, el descubrimiento de una autora o el reconocimiento de un gusto antes no detectado, los efectos de este trabajo, minucioso y cercano, pueden ser considerados los provocadores de esos frutos extraños que suelen tomar nombres como pensamiento crítico, valores humanos o ingenio. 

 

Quizás estos talleres son apenas campos donde se ha sembrado una semilla, que todos esperamos germine, para seguir construyendo una capital del libro. ⚫ 

Texto: Ángel Melgoza / Fotos: Cortesía.

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *