Rulfo hanseático
Continuamos con la publicación de los textos seleccionados de la convocatoria “Adéntrate en los mundos de Juan Rulfo” con este texto breve que ronda los territorios del ensayo, la crónica y la anécdota
Por Gilberto Moreno
Desde el extranjero aprendemos a reimaginar a México por diversos caminos. Cuando ofrecí una plática sobre El llano en llamas y Pedro Páramo a la comunidad mexicana en Hamburgo me di la oportunidad de leer con detenimiento y estudiar a Juan Rulfo. Y así como en el cuento de los dos que soñaron, fue en geografías ignotas donde conocí más y aprendí a apreciar mejor los tesoros literarios de mi terruño, descubriendo murmullos ocultos en borradores y alianzas transatlánticas.
Originalmente quise comentar otro libro. El libro rojo de la colección que Joaquín Mortiz editó al santo patrono de mi pueblo. Pero la recién electa presidenta del Círculo Mexicano-Alemán diplomáticamente me paró en seco:
—Sé que quieres hablar sobre Arreola. Pero aquí no lo conocen, mejor habla sobre Rulfo.
Acepté la propuesta y me apresuré a conseguir los libros. Robándole tiempo a las biotransformaciones, a los químicos de especialidad y a las extracciones con fluidos supercríticos, usé mi credencial de la Universidad Técnica para buscar las referencias aludidas en mis ediciones de Cátedra en la Biblioteca de Romanistik en la Uni Hamburg. Entonces me di gusto leyendo las voces expertas de escritores discurriendo sobre la alquimia literaria de Rulfo y su transmutación del entorno rural del sur de Jalisco en poesía universal.
De entre esos reconocimientos de gratitud y admiración, hay un clip cinematográfico (o así me pareció al leerlo) que veinte años después aún está fresco en mi memoria: Álvaro Mutis le arroja el Pedro Páramo a García Márquez y le dice: “Tenga, para que aprenda”. Y Gabo, devoto converso, confirma después esta epifanía: “Me sabía a Rulfo casi de memoria”.
Mucho tiempo después, leyendo sobre Antonio Alatorre y Juan José Arreola, me enteré sobre más complicidades y paralelismos de este trío de jaliscienses. Ya no tuve oportunidad de hablar sobre Arreola y su Confabulario. Pero sí intenté contagiar mi entusiasmo por los ensayos de Gabriel Zaid a un grupo literario, organizado por diplomáticos salvadoreños, que también se reunían en la Torre de Filosofía de la Uni Hamburg, a dos o tres pisos de la Biblioteca de Romanistik.
Aún puedo recordar sin la censura del Alzheimer otro par de cosas más: un dato bibliográfico y una apreciación personal.
Mariana Frenk-Westheim, la primera traductora de Rulfo al alemán, y antes que a cualquier otra lengua europea, es originaria de Hamburgo. También es madre de Margit Frenk, filóloga, hispanista, académica del Colegio de México y esposa de Antonio Alatorre.
Cuando aquella primera vez leí Pedro Páramo, para mí el personaje principal era Susana San Juan. El cacique, amo y señor de los destinos en la vida y en la muerte de todo un pueblo, no pudo más que desmoronarse ante ella. Sobra decir que los textos de Rulfo no son piedras silenciosas e inertes. Dialogan con los sueños y recuerdos de cada lector, adquieren buqué con los años y se refrescan con cada relectura.
En fin. Cada quien habla (o escribe) según le va en Comala. O en Hamburgo.
En la imagen superior, Pilar Pellicer como Susana San Juan y John Gavin como Pedro Páramo. Fotograma de la película Pedro Páramo (1967) del director Carlos Velo, basada en la novela homónima de Juan Rulfo
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Leonardo Ortega
Excelentes comentarios sobre Rulfo, para mí, uno de los grandes escritores mexicanos. Sencillo y complejo su mundo, tanto en sus cuentos como en su novela!
Cada vez que puedo lo recomiendo, porque es, digo, obra universal.